Cuando hacía yo mi psicoterapia como consultante, mi psicóloga tenía un ritual de fin de año, el de recorrer lo sucedido en los 12 meses, recapitularlo y mirar hacia el futuro desde el logro de lo pasado. Fueron muchos años de psicoterapia para conocerme, sanarme, crearme y transformarme pero también para vivir en carne propia todos los matices de ser consultante y tenerlos presente para hacer mi trabajo con más delicadeza, empatía y ética. 

Hoy, 18 años después, cerré de nuevo un proceso con una consultante. Los propósitos que ella tenía al empezarlo se cumplieron y mi tarea llegó a su fin. Así que hicimos esta última cita y recordé esas recapitulaciones que yo hice siendo consultante, una vez más. 

Ella empezó a contar lo recorrido desde sus inicios y con ello, iba enlistando los cambios que se fueron dando, el contraste entre la que era al principio del proceso y la que es ahora; después los temas trabajados, las cualidades que ha desarrollado y las que usó para hacer el proceso. Mientras iba haciendo esa narración, empezó a sentirse asombrada de la lista tan larga y de poder ahora dimensionar cuánto había logrado, porque era mucho más de lo que veía cuando me propuso que hiciéramos un cierre. Y mientras ella hacía ese reconocimiento, también hacía yo escuchándola y recordando. Volví a sentir ese asombro de tanto que sucede en este trabajo. 

Entre las muchas cosas que nombró, resaltó la burla, la capacidad de reírse de ella misma aún en los momentos más difíciles o en los temas más trascendentales, serios o dolorosos. Pero la burla con la que no se ridiculiza, se descalifica o se le quita importancia a lo importante, sino que es el reírse como una manera de crear la posibilidad de ver de diferentes maneras una vivencia, aquella con la que se hace distancia para ver mejor y reducir la inundación del drama en todo lo que uno es. Es la señal de que no todo lo que somos está ´emproblemado´, rígido o abrumado, sino que también, exitenemos la capacidad de disfrutar el crecer, el afrontar las dificultades y, aún en momentos de confusión, seguir encontrando una conexión con lo mejor de nosotros mismos. Es un reírse en el que existe la conciencia de la vida. 

Al oírla hablar sobre su aprendizaje, le conté cuánto me alegraba su recorrido, sus logros y transformaciones, y respecto de la risa, le hablé de la memoria que llegó a mí mientras la escuchaba. Le hablé de la risa como esa cualidad que es tremendamente poderosa, tanto que desde hace muchos años cuando en los años 70's Abraham Maslow, uno de los pioneros de la psicología humanista, la recogió dentro de las cualidades de las personas autorrealizadas; la retomó hablando del sentido del humor que no es cruel y que además alimenta una perspectiva existencial del fluir de la vida y de la temporalidad. Recientemente, las teorías psicológicas acerca de la resiliencia también incluyen el humor como una cualidad resiliente, es decir que facilita a las personas y comunidades sobreponerse a las adversidades y seguir desarrollándose positivamente conservando las cualidades que se tienen e, inclusive, desarrollando otras nuevas. 

Me fue muy significativo que en ese momento de recopilación de la experiencia de logros pudiéramos pensar que así como las personas que estudió Maslow hace tantos años, ella estaba en el camino de la autorrealización. Su alegría y satisfacción crecieron aún más al ver que después de tanto esfuerzo podía disfrutar de tantos frutos.

Terminamos la sesión dándonos las gracias. Le agradecí lo mucho que disfruté esa risa con ella...

Se fue más libre y más feliz y yo me senté a escribir esta nota.