Espere por favor
Catalina Niño

Psicóloga y Magister en Familia | Atención en línea

Las sutilezas de la gramática de la ayuda

Hace unos meses vi en las redes sociales un vídeo de una conferencia de una psicóloga que parece haber tenido mucha aceptación en la sociedad latinoamericana. Ella hace varias conferencias y la he visto también invitada en varios programas de televisión en los que (como suele ser común) el entrevistador no sólo pide al psicólogo invitado que le ayude a entender al público porqué sucede una situación humana que se ve como problemática, para luego hacer la pregunta sobre el deber ser.

En el vídeo que menciono, ella procuraba atender una problemática de la educación actual en la que se desvanece la autoridad parental en función del valor de hacer hijos felices, entendido esto como niños sin privaciones o frustraciones. Me parece válido convocar a una reflexión sobre el tema. Pero empecé a sentirme muy incómoda con la forma de su discurso, por el lenguaje que usó. Puesto en concreto, la mayoría de su discurso son afirmaciones sobre qué es una estupidez paterna, qué tontería se hace y consecuentemente, en instruir sobre qué se debe hacer para evitar la estupidez.

Hace unos años, me preguntaba una consultante que traía el tema de las dificultades de crianza con su hijo de 2 años:¿Es normal que el niño duerma en la cama de los papás hasta los 3 años?, yo lo dejo porque una vez fui a una conferencia de una psicóloga decía que no se deben sacar los niños de la cama de la mamá tan temprano. En otra ocasión vino una mujer a consulta porque quería que yo le dijera si debía separarse o no de su esposo, con el que llevaba 8 años tratando de divorciarse, pero siempre dudaba y terminaba eligiendo seguir casada. No era un caso de violencia y decidí hacerle una propuesta de psicoterapia en la que no fuera yo quien contestara esa pregunta, si no ella misma. Ante lo cual creo que se sintió no sólo desconcertada sino quizá también, decepcionada.

Y así, son cientos de situaciones similares. A pesar de que fui formada para respetar la libertad de las personas que vinieran a mi consulta, al principio de mi carrera también caí en asumir ese rol de autoridad científica, que termina siendo de autoridad moral con la intención de ayudar a que las personas se aclararan y supieran lo que yo sé, quería compartir lo bueno que sabía. La sociedad nos demanda que le digamos a la gente qué hacer y creo que son dos labores distintas estudiar la psicología de las personas y convertir esa información en instrucciones. Es una motivación noble el deseo de aprender? Si, indiscutiblemente. Es una motivación bienhechora la de enseñar a quien no sabe y necesita saber? Si, también. Y he ahí donde creo que está la más grande de las confusiones. Que en nombre de la bondad se creen relaciones profesionales en las que los roles son claramente diferenciados entre el sabio y el ignorante, el fuerte y el débil, la autoridad y el seguidor. Porque para mi comprensión reciente, creo que un psicólogo no es más que otra persona que tiene una serie de ideas, teorías y vivencias sobre el ser humano y su cambio. Sus ideas aunque sean científicas no son ideas superiores a las que tiene cada potencial consultante o aprendiz (si se quiere pensar en un contexto educativo), simplemente son diferentes, en calidad de ideas y teoría, son eso: ideas y teorías al mismo nivel de legitimidad que las de los demás. Y me parece mejor movimiento comprenderlas con su dueño que anularlas de entrada.

Cada quien elige haciendo su mejor intento de vivir y, ¿qué le da derecho a un psicólogo a decirle su opinión a los demás sin comprenderles antes? ¿y aunque sea una opinión pedida, qué impacto tendrá en el otro una instrucción, facilitará su desarrollo realmente?

En el momento en que la labor se convierte en pensar acerca del consultante y no con el mismo, lo que me parece que se termina promoviendo es que las capacidades reflexivas y las del empoderamiento sean mermadas o al menos sub-estimuladas (si es que existe esa palabra). Lo que termina sucediendo es que el psicólogo es el que piensa y el consultante el que adopta. Por eso creo que hay una inmensa diferencia entre pensar sobre el otro y con el otro. Y el “sobre” en sus dos acepciones: acerca de y encima de.

¿Que no lo he hecho nunca? Mentiría. ¿Qué desde hace muchos años estoy lejos de hacerlo de nuevo? Mentiría de nuevo. Es una inmensa tentación humana la de tener una posición de sabiduría, control, admiración y poder. Estoy en riesgo permanente de volverlo a hacerlo, sí. Pero quiero hacer mi mejor esfuerzo por evitarlo. Bienvenidas todas las experiencias que me ayuden en esta lección.

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